A cada lechón le llega su Navidá combativa
tras El Verano Boricua 2019
Las paredes del Viejo San Juan
visten el espíritu de la temporada:
Navidá Combativa 2019 —
grafiteado en azul, sellado
en fuego. No son luces Navideñas
las que guiñan frente a las tiendas,
balcones a lo alto. Las calles arden
en llamas nuevamente. Nuestra primera
guillotinada aún crepita al borde
de nuestras bocas—como vimos
su cabeza rodar como peñón
por un precipicio, caer a la mar.
Nuestros machetes vibran una vez más,
varas giran a la espera sobre los fuegos
cruzados de este país. Una cerda
nueva se sienta a la cabeza del corral
que hemos venido a llamar la Fortaleza.
Un pueblo tan hambriento, un solo puerco
no bastará para sosegar la carnicería
que nos deben, la deuda que se nos rebanó
como carne de un hueso. La pocilga
entera está puesta para una matanza.
A cada lechón le llega su renuncia,
sonó por la Calle de la Resistencia,
las vías recién acuñadas de Puerto Rico,
durante el delirio veranero. Pero la marea
vuelve a tragarse las costas, la brisa agita
los pinos caribeños. Llegó la Navidá.
Y la gente bien sabe
que en esta época del año
el lechón se coge, se mata y se pela;
se pone en la vara y se le da candela.
la versión en Inglés de este poema será publicado en el periódico Jamaica Gleaner
Partida
“Como la isla
caimos todxs en desuso
mirando desde la ventanita del avión
el sueño del retorno haciéndose pequeño
apenas una hormiga en la mirada
alzando vuelo
sin saber a donde.”
-Nicole Cecilia Delgado
En Puerto Rico, los vuelos de madrugada
desde Aguadilla, a veces San Juan,
hacia quien sabe donde, son estampa
de una migración ruleta —ruleta rusa.
Son la partida de pista
más barata, la más barata
partida de prisa para salir
de esta balsa suturada
a la deriva en el mar.
Y facilita el irse. La noche.
No puedes ver lo que la turbina tritura
a tus espaldas. Lo que tu estar sentadx
en una camisa de fuerza deja en el abandono.
La oscuridad echa dientes en la maleza
y la casa de tus padres debajo de ella.
En el palo de acerola y pana pepita.
En la orilla de la calle donde se para Ernesto,
su baúl ahogado con quenepas.
En la curva que sube a campo, tobillos
enroscados en cadillo, chicharras haciendo el amor.
En la atunera que pide disculpas a la bahía.
En la bahía que aquieta ante la disculpa.
En el chinchorro en zancos, chichaito de coco
y canela, lo que resta de tus panas
y su último trago antes de darle cara al mañana.
Por el párpado del tiburón aéreo en el que viajas,
parece que solo dejas atrás una mancha de mar
(la electricidad se va tan a menudo en el archipiélago.
Mis padres llevan a oscuras desde ayer
en la tarde) —no puedes confiar
en las luces de la noche para que te guíen
de vuelta a casa, te convenzan de otra,
te pidan que te quedes.
Este es el vuelo que lxs expulsadxs
a penas se pueden costear, una partida
en tinieblas—espesada por polvos del Sahara.
Mal rayo parta si las aerolíneas no saben
lo que hacen, si labios gubernamentales
y privados quedan boquiabiertos,
cuando le bajan el precio a los boletos,
tiran el breaker, desenchufan
la isla.
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Ana Portnoy Brimmer es poeta-performera, escritora y ARTivista. Obtuvo su bachillerato y maestría en Inglés en la Universidad de Puerto Rico, y actualmente cursa un MFA en Escritura Creativa en la Universidad de Rutgers-Newark. Su libro, To Love An Island, ganó el premio Vinyl 45 Chapbook Contest de YesYes Books, y será publicado en marzo 2020. Para más información sobre su trabajo, visite http://anaportnoybrimmer.com/